Esa preocupante necesidad de ilusionarnos

Por Mariano Barusso | 20 de mayo, 2023

La compulsión a la ilusión está creciendo exponencialmente, generando un riesgo existencial.


Es más bien nuestro frenesí de comunicación e información lo que hace que las cosas desaparezcan. La información, es decir, las no-cosas, se coloca delante de las cosas y las hace palidecer. No vivimos en un reino de violencia, sino en un reino de información que se hace pasar por libertad.

– Byung-Chul Han

Quienes me conocen saben de la atención que le dedico a la tendencia que los humanos tenemos a alienarnos en lo que hacemos y tenemos; algo que atribuyo a nuestra necesidad de rehuir a la responsabilidad de hacernos cargo de un hacer saludable, con sentido de proyecto, que nos constituya en seres libres en la convivencia con los demás.

Una de las manifestaciones de este extravío en el que todos podemos caer, inclusive repetidas veces, es la ilusión. Me refiero a la ilusión en la primera acepción que le brinda la RAE, como “Concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por el engaño de los sentidos”.

Realmente me inquieta mucho la compulsión a ilusionarnos, en su cara de negación de la realidad o exculpadora de nuestra responsabilidad existencial. Vivimos con tanta necesidad de ilusionarnos que luego caemos en la apatía derivada de la resistencia que nos impone lo real. ¿Es que estamos renunciando a aprender de la frustración y a creer en el esfuerzo colectivo como posibilidad de transformación de nuestra realidad?

Es algo que observo y sigo comprendiendo todos los días al afrontar mi vida, al ayudar a los demás en mi trabajo y al dialogar con pensadores que valoro, personalmente o a través de sus obras.

Erich Fromm es uno de esos hombres sabios con quienes dialogo, y quien me ayudó a dilucidar entre “Las cadenas de la ilusión” y “El hombre en búsqueda de sentido” ese drama constitutivo de nuestra existencia que representa sabernos arrojados al mundo sin haberlo elegido, ser libres en la modelación de nuestra mismidad y a sabiendas de que tenemos fecha de vencimiento.

Siempre trato de mantenerme atento a la ilusión como necesidad humana y a sus derivaciones posibles, ya sea hacia un proyecto saludable, que abraza la complejidad de la tarea de elegir y elegirnos, o un proyecto insalubre, que opta por binarizar las opciones y delegar las decisiones existenciales en los demás.

Es un tema que me resulta fascinante, central para mi trabajo y fácil de observar cuando uno entrena la percepción para ello. A la vez, me reconozco como un insistente militante de esta causa, que nunca estará perdida.

Lo que me motivó a escribir esto hoy es que somos testigos cotidianos de una serie de fuerzas convergentes que me hacen pensar que la compulsión a la ilusión por parte de la humanidad, lejos de mantenerse en un justo lugar, está creciendo exponencialmente, generando lo que considero un riesgo existencial.

Me refiero a un riesgo existencial porque considero que el exceso de ilusión compite con funciones más altas de nuestra biología cultural, como pueden ser la contemplación de los hechos, la dación de sentido, el pensamiento crítico y la recursividad, entre otras, que nos permite observarnos como observadores dentro de un ecosistema que nos trasciende y pensar sobre quiénes somos.

Mientras más ejercitamos la ilusión primaria, virtual y acrítica, más nos debilitamos en aquello más difícil de aprender por los algoritmos. Tengamos en cuenta que la pérdida de funciones cognitivas y sociales altas –opuestas a la ilusión– puede representar la primera etapa de nuestra extinción como especie, la de la decadencia de aquello que nos hace únicos e irrepetibles. Otra pérdida de diversidad autogenerada en nuestro propio perjuicio.

Mientras más ejercitamos la ilusión primaria, virtual y acrítica, más nos debilitamos en aquello más difícil de aprender por los algoritmos.

¿Cuáles son las fuerzas que observo converger como eslabones de las robustas cadenas de la ilusión del Siglo XXI?

1. Un mundo tan complejo y complicado que abruma a la mayoría de la humanidad. No me refiero al 1% que concentra el 50% de la riqueza mundial ni a las visiones netas de futuros de silicio y plástico insustanciales de los emprendedores californianos, sino a la mayoría de las 8 mil millones de almas que afrontan su vivir todos los días y, en su mayoría, la necesidad de sobrevivir. Muchas veces pienso que la “Ambigüedad” final del acrónimo VICA debería ser reemplazada por el término “Angustiante”.

2.  La inteligencia artificial, que sustituye funciones de diferentes niveles de nuestra biología cultural y que, combinada con la creación de las realidades virtuales que habitamos muchas horas por día, configuran un terreno propicio para ir alejándonos de la densidad atómica de nuestros cuerpos, de los vínculos con los otros reales (los que nos abrazan y nos oponen resistencia) y del espacio físico en sí, que nos moldea como homínidos. ¿Tienen una realidad sustancial los “hechos” que leemos, las imágenes que vemos y las personas con las que interactuamos en las redes? Hoy ya sabemos que no debe ser así y para eso hemos creado la prueba de Turing.

3. La posverdad, exponenciada por los anabólicos de la IA, crece como nuevo consenso social, como promesa de verdad conveniente y a la carta y como mecanismo de engaño concertado que nos exculpa del trabajo de intelección de lo que Miguel Wiñasky llama los “hechos atómicos” (el plural es mío). La mayoría de los hechos existen en el átomo, pero la cultura y la infotecnología nos permiten hoy negarlos a conveniencia.

4. La conquista postmoderna del valor de la individualidad junto a la actual fuga hipermoderna al ego, tanto para protegernos del otro como para encaramarnos en el poder tiránico de la autopercepción, configuran un campo propicio para ir cayendo en la intolerancia a la diferencia. Los programas políticos y empresariales para la diversidad e inclusión se pierden en el mundo de las mil cosas, sin atender a esta intransigencia subterránea, magmática y mucho más masiva que la del siglo pasado.

5. La cultura de la cancelación se hermana con lo anterior y, con la intención de calmar los ánimos caldeados de todas las tribus posibles –por más minoritarias que sean– da la vuelta y cae en un totalitarismo que reniega del relativismo histórico, licúa los rasgos únicos de las novelas clásicas, tapa los genitales del David de Miguel Ángel y sujeta la palabra de todos nosotros, aún en nuestros círculos sociales y laborales más íntimos. ¿Estamos aprendiendo a ser más respetuosos del otro o a ser menos tolerantes? Es una paradoja más de nuestro presente y de la evolución pendular de la Humanidad.

6. La búsqueda de la comodidad, la simpleza y la velocidad en el vivir, que arrastran con el esfuerzo requerido para contemplar, cultivarnos, pensar críticamente, aunarnos por el bien común, y explorar junto a los demás antes de preguntarle al algoritmo. Hemos sido capaces de regalarle todos nuestros signos identitarios y vitales a los Google del mundo, a cambio de que nos cobren para decirnos qué consumir, cómo entretenernos, cuánto ejercitar, quiénes somos y en quiénes deberíamos convertirnos. «El Game» (gracias Baricco) te promete simplicidad en el consumo de tu ser, ¡y en un modelo freemium!

¿Es qué tanto nos cuesta hacernos cargo de la libertad que preferimos un mundo feliz donde el trabajo de ser proyecto esté aparentemente resuelto?

Estoy convencido que no existen ni Leviatanes ni Mesías en el porvenir de la Humanidad, sino solo la trabajosa gesta posible de procurar el bien común, a partir de cultivar las funciones más altas de nuestra constitución biológico cultural y de honrar a nuestro Hogar-Planeta-Tierra.

Se que sentimos que es un proceso arduo, probablemente utópico y opuesto a la ilusoria idea de un resultado promisorio garantizado. Pero sin esa resistencia, sin esa densidad… ¿para qué estamos y en qué “cosa” nos convertiremos en la era de la posthumanidad?

«El Game» te promete simplicidad en el consumo de tu ser, en un modelo freemium.

Cito al enorme Fromm, al final de una larga serie de preguntas por el sentido de nuestras contradicciones: «¿Tiene sentido que vivamos en medio de la abundancia y que recibamos tan poca satisfacción a cambio? ¿Tiene sentido que todos sepamos leer y escribir, y tengamos radio y televisión, y sin embargo, estemos crónicamente aburridos ¿Tiene sentido que…? Podríamos seguir muchas páginas más describiendo las irracionalidades, las ficciones y las contradicciones de nuestra forma de vida occidental. Sin embargo, todas estas irracionalidades se dan por sentadas y apenas las percibimos. Ello no se debe a falta de capacidad crítica: esas mismas irracionalidades y contradicciones las vemos con toda claridad en nuestros oponentes, simplemente nos negamos a aplicarnos un juicio crítico y racional a nosotros mismos.»

Mi querido Irvin Yalom se declaró verdugo del amor, sayón de esa búsqueda de un amor irrealmente perfecto. Yo me declaro verdugo de la ilusión, porque lo que ponemos en riesgo es vivir el vértigo de una vida con sentido.

Pero ¿y qué hacemos con la ilusión? Transformémosla en esperanza.

Mariano Barusso | Es Director General de Asertys, Consultoría en efectividad y transformación organizacional.

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